La agresión militar de Rusia contra Ucrania, que se ha convertido en la mayor guerra terrestre que se ha vivido en Europa en varias generaciones, ha afectado a millones de personas y ha provocado una crisis humanitaria a gran escala, que lleva a los ucranianos a buscar refugio o a huir de sus hogares. La intensificación y el avance del conflicto resultan muy preocupantes y están teniendo un impacto devastador en las personas atrapadas en la crisis.

Este artículo se centra en las potenciales consecuencias económicas y de mercado del conflicto.

La alianza transatlántica no ha estado tan unida desde los atentados del 11 de septiembre. Resulta bastante sorprendente que, tras años de escepticismo y acusaciones mutuas, ya fuera por la financiación de la OTAN, la imposición de sanciones después de que Rusia comenzara la guerra de Ucrania en el año 2014, el brexit o la iniciativa America First del presidente Trump, Europa y Estados Unidos se hayan unido rápidamente en respuesta a la guerra iniciada en Europa por el presidente ruso Vladímir Putin sin que mediara provocación alguna.

Estados Unidos lleva más de veinte años instando sin éxito a Alemania a aumentar su presupuesto de defensa, acabar con el gasoducto Nord Stream 2 y reducir su dependencia energética del gas ruso. Sin embargo, 72 horas después del comienzo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, el canciller alemán Olaf Scholz anunció un cambio radial en algunos de los pilares más sagrados de la política exterior alemana: el gasto en defensa va a superar el 2% del PIB alemán, con una dotación inmediata de 100.000 millones de euros, podrán enviarse a Ucrania armas de fabricación alemana y el gasoducto Nord Stream 2 ha quedado interrumpido.

De manera sorprendente, Suiza ha abandonado su neutralidad histórica y ha accedido a adoptar todas las sanciones impuestas por la Unión Europea (UE) contra Rusia, incluida la congelación de los fondos rusos en los bancos suizos. Incluso algunos partidarios tradicionales de Rusia, como Miloš Zeman, presidente de la República Checa, han condenado el ataque sobre Ucrania y han pedido duras sanciones.

Es de esperar que Rusia ponga en marcha importantes represalias ante estas sanciones sin precedentes, entre las que podrían incluirse la reducción o incluso interrupción de las exportaciones de gas y petróleo a los países sancionadores y la restricción de las exportaciones de titanio y de otros metales críticos. La reducción de las ventas de gas y petróleo a las naciones sancionadoras privaría a Rusia de unos ingresos muy necesarios, pero es posible que China decidiera cubrir parte de ese espacio, a unos precios muy ventajosos. Además, Putin ha aprovechado el tiempo transcurrido desde la imposición de las sanciones por parte de Occidente en respuesta a su anexión de Crimea en 2014 para aumentar sus reservas de efectivo y mejorar la capacidad de resistencia del país.

Por otro lado, también deberíamos estar preparados para la posibilidad de que se produzcan importantes ciberataques en los sistemas financieros, energéticos y de comunicaciones de Europa y Estados Unidos.

Alemania se está preparando para una reducción de las exportaciones de gas ruso, y se plantea sustituirlas con importaciones de gas natural licuado. Esta posibilidad se complica ante el fracaso de Alemania en los últimos años para completar la construcción de instalaciones de regasificación en sus puertos del Mar del Norte. No cabe duda de que los costes de la energía van a dispararse en Europa, lo que tendrá un efecto inflacionista y frenará el crecimiento.

Dicho todo esto, es evidente que Putin ha errado en dos frentes. En primer lugar, no esperaba que Occidente se uniera tan rápido como lo ha hecho, a pesar de la dependencia europea de la energía rusa, del corto recorrido del nuevo gobierno alemán, recientemente elegido, y de los retos nacionales a los que se enfrentan el presidente estadounidense Joe Biden, el primer ministro británico Boris Johnson y el presidente francés Emmanuel Macron. En segundo lugar, Putin no previó la intensidad de la resistencia ucraniana, tanto la militar como la civil.

No obstante, y por desgracia, creo que podríamos acabar alcanzando una «paz» muy poco estética, en la que Rusia aumentaría su control sobre el este de Ucrania después de haber dañado gravemente la infraestructura nacional del país. Resulta difícil pensar que Putin pueda dar marcha atrás en este punto, sin una oposición masiva dentro de Rusia. En mi opinión, la guerra va a empeorar antes de mejorar.