Ante la rápida digitalización que se está produciendo en todo el mundo y la incorporación generalizada de los vehículos eléctricos al sector automovilístico, Alemania corre el riesgo de verse superada por otros países, como China, que han desarrollado sus recursos tecnológicos. En términos corporativos, los costes laborales de Alemania superan a los que se registran en otras regiones manufactureras. A estas dificultades se suma el estancamiento de la productividad laboral a medida que los ciudadanos alemanes se jubilan o pasan a trabajar a tiempo parcial. Esta tendencia no augura nada bueno para el país, dada la sólida trayectoria de Alemania en la producción de automóviles de última generación y su dominio en la fabricación de equipos y de productos químicos y farmacéuticos.
Sin embargo, a pesar de la creciente preocupación por la desindustrialización, el sector manufacturero alemán se está adaptando con rapidez a un nuevo paradigma económico.
Hasta ahora, Alemania había importado más del 50% de su gas natural de Rusia. La producción manufacturera cayó en mucha menor medida de lo que se temía, y el valor añadido bruto subió un 0,25% el año pasado. Alemania ha podido abastecerse de gas procedente de otros países como Noruega y los Países Bajos, al tiempo que ha desarrollado su propia infraestructura de gas natural licuado. Además, el país también ha ganado terreno en lo que se refiere al comercio con la eurozona, Estados Unidos y otras partes del mundo.