Los ingresos por cupón de un bono, y por tanto su carry, son esenciales para obtener resultados a largo plazo en renta fija. Además de ofrecer un flujo regular de ingresos, el cupón ofrece cierta protección frente a la volatilidad de los precios.
Un nivel insuficiente de carry puede acabar saliendo caro a los inversores. Pero, si no se gestiona bien, una estrategia centrada exclusivamente en la generación de rentas puede incorporar una volatilidad no deseada y anular las funciones principales de una cartera de renta fija, como son la diversificación con respecto a la renta variable y la preservación del capital.
La exposición al carry debe estar diversificada entre múltiples sectores y tratar de reflejar las condiciones macroeconómicas subyacentes. Por su parte, un enfoque basado en la selección de títulos puede contribuir a garantizar que el nivel de carry no introduce riesgos no deseados.
El carry de la renta fija suele equipararse al riesgo de crédito, pero, en realidad, son muchos los factores de riesgo los que contribuyen el rendimiento de un bono, como los relacionados con la curva de tipos, la duración, las divisas y la liquidez.
Se podría abogar por reducir el riesgo de crédito y, con ello, el nivel de carry. El problema es que, por muy convincente que suene un razonamiento a favor de un resultado económico concreto, lo cierto es que no hay ninguna garantía de que ese resultado llegue realmente a producirse en el marco temporal de la inversión, y esperar tiene un coste.
Así ocurrió, por ejemplo, en 2023, cuando, durante gran parte del año, los activos de renta fija se vieron afectados por el elevado nivel de inflación, la previsión de recesión por parte de los mercados y el mantenimiento de unos tipos de interés elevados durante más tiempo del previsto inicialmente. No obstante, el escenario cambió de repente en el mes de octubre, cuando la Reserva Federal anunció un posible cambio de tendencia del ciclo de endurecimiento monetario, lo que hizo que los resultados registrados por los mercados de renta fija en noviembre y diciembre estuvieran entre los mejores de su historia. Los inversores de renta fija que hubieran optado por infraponderar el carry y se hubieran perdido estos dos meses se habrían visto privados de la mayor parte de las ganancias registradas durante el año por la clase de activo y habrían obtenido unos resultados significativamente inferiores a los del índice.
En nuestra opinión, es mejor mantener una asignación sobreponderada pero diversificada en carry y ajustar las asignaciones subyacentes para reflejar las condiciones del mercado. En el entorno actual, esto supondría aplicar un enfoque de mayor prudencia con una exposición infraponderada a la deuda de mercados emergentes y a la deuda de alto rendimiento, que presentan unas valoraciones elevadas, lo que se compensaría con una mayor exposición de enfoque bottom-up a la deuda de grado de inversión y a la titulizada.
Este posicionamiento favorecería a las carteras de inversión si se mantiene el actual contexto macroeconómico favorable, con la posibilidad de aumentar el riesgo si las valoraciones se vuelven más atractivas. En el caso de que se materialice un escenario de aversión al riesgo, este posicionamiento relativamente defensivo debería ofrecer cierta protección frente a las caídas del mercado.