Tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses, compartimos el análisis de la gestora Kirstie Spence sobre el impacto del resultado en los mercados emergentes, especialmente en lo que respecta a la orientación expansiva de la política fiscal y el posible aumento del proteccionismo y los aranceles.
En términos generales, el impacto de los aranceles es complejo y depende de cómo estén diseñados, de cuándo comiencen a aplicarse y de cuánto tiempo se mantengan en vigor. Si la demanda de bienes importados es elástica, los aranceles disminuirán la demanda de dichos bienes como consecuencia del aumento del coste, reduciendo también directamente la demanda de las divisas, que podrían debilitarse.
Los socios comerciales que controlan los tipos de cambio pueden dejar que sus divisas se deprecien para contrarrestar los efectos de los aranceles. A más largo plazo, la demanda tiende a hacerse más elástica, ya que los consumidores tienen más tiempo para encontrar sustitutos y ajustar sus hábitos de consumo.
Una política fiscal de orientación expansiva podría aumentar las expectativas de crecimiento de la economía estadounidense y atraer flujos de capital al país, lo que impulsaría la divisa. Sin embargo, a más largo plazo, surgen ciertas dudas sobre cómo afectarán la expansión fiscal y la evolución del ratio deuda-PIB a los mercados, lo que podría tener consecuencias en los niveles de rendimiento y la forma de la curva.
Una política económica más errática e impredecible podría tener efectos contrarios en el dólar y, por tanto, en las divisas de los mercados emergentes, pero podría provocar un aumento de la volatilidad. Entre los argumentos que respaldarían un fortalecimiento de las divisas emergentes destaca la preferencia manifiesta de Donald Trump por un dólar más débil. El presidente electo ha insistido públicamente en que Estados Unidos tiene un gran problema de divisas y en que la fortaleza del dólar ha afectado a la competitividad del país.
Aunque el panorama no parece especialmente favorable para las divisas emergentes, sí que hay ciertos motivos para el optimismo en lo que respecta a la deuda emergente. En unas elecciones, un desenlace claro y rápido es casi siempre una buena noticia, independientemente de cuál sea el resultado. Las elecciones estadounidenses han sido motivo de incertidumbre para las empresas y los inversores durante la mayor parte del año, por lo que el hecho de haber superado ya este obstáculo debería aumentar la claridad política y, en cierta medida, disminuir la volatilidad. Es posible que la realidad política no sea tan rotunda como se planteó durante la campaña electoral. Durante el primer mandato de Trump en 2016, el gobierno puso inicialmente el foco en la política fiscal, más que en la comercial. Si volviera a ocurrir lo mismo, la orientación expansiva de la política fiscal podría impulsar el crecimiento de la economía estadounidense, lo que, a su vez, favorecería a los mercados emergentes.
Además, los mercados emergentes también han cambiado mucho desde la pasada presidencia de Trump en 2016, y han ganado en capacidad de resistencia y autosuficiencia. Los fundamentales también han mejorado, con margen para recortar los tipos de interés y respaldar el crecimiento en caso de que fuera necesario. China, en concreto, podría anunciar nuevas medidas de flexibilización fiscal, lo que contribuirá a contrarrestar el aumento de los aranceles.
Las valoraciones siguen siendo atractivas en los mercados emergentes locales, ya que los bancos centrales han continuado defendiendo el endurecimiento monetario ante las presiones internas sobre los precios y la incertidumbre externa. Ello significa que muchos países, sobre todo de América Latina, tienen margen para recortar los tipos de interés y respaldar el crecimiento en caso de que fuera necesario y siempre que la inflación esté controlada. Además, la región es mucho menos dependiente de la financiación en dólares de lo que era en el pasado, lo que mejora su capacidad de resistencia.