Tal y como se esperaba dadas las manifestaciones que ha realizado Donald Trump durante su campaña, el gobierno entrante ya está anunciando que tomará medidas agresivas en el ámbito comercial, con la posible imposición de aranceles sobre las importaciones estadounidenses. Junto con China, Trump ha señalado a Alemania como uno de los principales problemas. No es de extrañar, ya que Estados Unidos mantiene un importante déficit bilateral con Alemania, debido principalmente a un gran déficit de bienes.
Sin embargo, Alemania está sacrificando el consumo nacional y reciclando su exceso de ahorro hacia Estados Unidos en forma de importantes flujos de capital, lo que ha contribuido al déficit comercial y a un consumo excesivo en Estados Unidos.
Es posible que el gobierno entrante se centre en el comercio de mercancías, pero es importante adoptar una perspectiva más integral de los flujos comerciales y de capital. Una visión mercantilista[1] del desequilibrio comercial entre ambos países mantiene que Alemania está «ganando» y Estados Unidos está «perdiendo». Pero una perspectiva basada en una macroeconomía de economía abierta indica que el déficit comercial entre Estados Unidos y Alemania es la contrapartida de los flujos de capital entre ambos países, así como el reflejo de las diferencias entre las respectivas tasas de ahorro e inversión.
El objetivo comercial del gobierno de Trump parece ser obligar a estos países a consumir más y a reducir sus tasas de ahorro, probablemente mediante una combinación de medidas de estímulo fiscal y aumento de la demanda privada. Sin embargo, ello reduciría la tasa de ahorro de Alemania y su capacidad para reciclar su exceso de ahorro hacia Estados Unidos, lo que podría reducir las entradas netas de capital en el país y provocar el debilitamiento del dólar y el aumento de la inflación y de los tipos de interés.