A lo largo de la historia de Estados Unidos, la expresión Made in America («fabricado en Estados Unidos») ha hecho las veces de política gubernamental, eslogan político y estrategia de marketing. Ya durante la Guerra de la Independencia, el conocido como movimiento Homespun animaba a los colonos a fabricar su ropa y sus mantas como símbolo de resistencia frente al control económico británico.
Por lo tanto, no debería sorprendernos que esta arraigada tradición esté volviendo a cobrar impulso, y que los dos grandes partidos estén de acuerdo en trasladar a Estados Unidos la actividad manufacturera. El objetivo es reindustrializar, al menos parcialmente, un país que abandonó el sector hace varias décadas. Por el momento, vemos indicios de que el proceso ya se ha puesto en marcha y de que podría ir ganando fuerza en los próximos años.
«Ahora mismo confluyen varios factores muy favorables», señala Diana Wagner, gestora de renta variable. «Llevamos más de treinta años externalizando la fabricación a China, y ahora vemos cómo estas tendencias comienzan a invertirse. En un contexto de claras limitaciones laborales y normativas en Estados Unidos, creo que esta tendencia de relocalización va a tardar muchos años en materializarse, lo que me lleva a pensar que su impulso nos acompañará durante mucho tiempo».
Puede parecer demasiado optimista pensar que Estados Unidos va a recuperar su antigua condición de potencia manufacturera. Sin embargo, hay tres áreas en las que ya se está avanzando en el objetivo de reconstruir un segmento de la economía nacional que había estado bastante desatendido hasta ahora.
1. Las compañías reaccionan a la estrategia de incentivos y presiones
Tanto el gobierno de Donald Trump como el anterior gobierno de Joe Biden han recurrido a una combinación de incentivos y sanciones para animar a las compañías a invertir en nuevas instalaciones manufactureras en territorio nacional. Utilizando las rebajas fiscales como incentivo y los aranceles como medidas de presión, los líderes políticos estadounidenses han logrado convencer a algunas de las mayores compañías del mundo para que inviertan miles de millones de dólares en el refuerzo de sus capacidades de producción en el país.
Solo este año, gigantes tecnológicos estadounidenses como Apple y NVIDIA, así como compañías como AstraZeneca, Taiwan Semiconductor Manufacturing y Hyundai, han anunciado planes multimillonarios para establecer o expandir sus operaciones en Estados Unidos con la fabricación de chips informáticos, productos farmacéuticos y automóviles.