Además, cabe también señalar que la Reserva Federal de Estados Unidos se encuentra actualmente inmersa en un ciclo de recortes de tipos de interés. La orientación expansiva de la política monetaria puede favorecer a las compañías tecnológicas. Tras el colapso de Long-Term Capital Management, la Reserva Federal comenzó en 1998 a recortar los tipos de interés, que mantuvo en niveles reducidos ante la inquietud generalizada por el llamado «efecto 2000». En la actualidad, podríamos decir que los aranceles y el debilitamiento del mercado laboral constituyen los motivos de preocupación equivalentes que han llevado en esta ocasión al banco central a recortar los tipos. En cualquier caso, tanto antes como ahora, hay una gran liquidez en el sistema, lo que tiende a alimentar el optimismo de los inversores.
¿Y si la burbuja de la inteligencia artificial estuviera a punto de estallar?
Otra de las lecciones que me han enseñado mis treinta años de inversión es que el mercado, a veces, te pone en tu sitio. Es perfectamente posible que me equivoque sobre el alcance que podría tener y el momento en el que podría producirse la burbuja de la inteligencia artificial. Ahora mismo estoy invirtiendo como si estuviéramos en 1998 o 1999, con la intención de participar plenamente en las poderosas tendencias de inteligencia artificial a medida que continúan tomando forma en estas compañías dinámicas y orientadas al crecimiento. Sin embargo, también mantengo un posicionamiento defensivo y trato de incorporar un cierto grado de equilibrio a mis carteras de inversión.
En este sentido, busco compañías que pueden haber perdido el favor de los inversores, pero que podrían obtener buenos resultados si estallara la burbuja de la inteligencia artificial. En mi opinión, las compañías del sector energético y de telecomunicaciones por cable pertenecen a esta categoría. Las valoraciones de ambos sectores están casi en mínimos históricos, y ambos cuentan con compañías que presenta unas sólidas cifras de beneficios, activos valiosos a largo plazo y potencial para ofrecer sorpresas al alza.
Por ejemplo, el sector de la energía representa actualmente en torno al 2,8% de índice S&P 500, porcentaje solo ligeramente inferior al que representaba en los peores momentos de la pandemia, cuando los precios del petróleo llegaron a entrar en territorio negativo. Nunca antes ha sido tan bajo desde que existen datos del índice. Este segmento parece haber sido descartado por los inversores, lo que me lleva a pensar que el nivel de pesimismo es excesivo.
Por su parte, el rápido declive de la televisión por cable ha hecho que las compañías del sector hayan perdido también el favor de los inversores. Sin embargo, para aquellos que estén dispuestos a analizarlo a fondo, el sector ofrece auténticas joyas: compañías en crecimiento con sólidos flujos de caja y valoraciones muy bajas. Los inversores no suelen tener muchas oportunidades de invertir en compañías con potencial de crecimiento que cotizan a múltiplos de apenas seis veces sus beneficios.
Algunos de los ejemplos que ilustran esta temática los encontramos en compañías del sector de la energía como Halliburton y Cenovus Energy, o en empresas de televisión por cable como Comcast y Charter Communications. Si finalmente asistimos a un cambio fundamental en el liderazgo de los mercados, los sectores de la energía y la televisión por cable podrían reafirmarse y cotizar con valoraciones mucho más altas.
No estoy dando la voz de alarma; solo digo que así es como cubro mis carteras de inversión frente a los riesgos relacionados con la inteligencia artificial.
Posible riesgo de burbuja
Nada de lo que he expresado en este artículo debe interpretarse como una falta de convicción sobre el rápido avance de la inteligencia artificial y su enorme potencial como tecnología transformadora. No soy un escéptico en este sentido. Creo que la inteligencia artificial va a cambiar el mundo, al igual que lo hizo internet. También pienso que sentará las bases para la creación de compañías innovadoras y disruptivas, del mismo modo que internet favoreció la aparición de empresas como Amazon, Alphabet, Meta y Netflix.
Sin embargo, también creo que es importante evaluar dónde nos encontramos en el proceso de adopción de esta nueva tecnología, en lo que se refiere al nivel de entusiasmo de los inversores y en lo que respecta a la posibilidad (muy) real de que nos enfrentemos a ciertos problemas en el futuro. Si nos estamos acercando a una fase de burbuja, sí que es importante saber en qué punto del camino nos encontramos. Yo diría que nos acercamos a las primeras etapas. Y si nos fijamos en lo que pasó en la burbuja tecnológica de finales de la década de 1990, es posible que lleguemos a la misma conclusión: que probablemente es demasiado pronto para dejar que el riesgo de una posible burbuja no nos permita aprovechar las atractivas oportunidades que ofrece esta nueva tecnología.