En lo que respecta a la rentabilidad acumulada a largo plazo del mercado de renta variable, la regla general que aprendí en el colegio es que era de media un 7%. No era una garantía, y los mercados fluctuaban tanto como ahora. Además, no estaban ajustados por inflación, así que, en los inicios de mi trayectoria profesional, la mitad de la rentabilidad esperada era solo inflación, y la otra mitad (o menos) era rentabilidad real. En aquella época, muchos de nosotros pensábamos que cuando la inflación disminuyera, la rentabilidad total del mercado también caería.
Lo fascinante fue que, no solo no cayó, sino que aumentó. Si atendemos a las cifras a largo plazo, teniendo en cuenta incluso el mercado bajista de 2022, la rentabilidad compuesta del mercado estadounidense de renta variable desde la década de 1970 superaba el 9%. Lo increíble de la forma en la que funciona el mercado de renta variable es que, siempre que haya compañías que hagan cosas extraordinarias que les permitan crecer y crear nuevos productos, el flujo que se genera es continuo. Se trata de un proceso geométrico, no aritmético, en lo que respecta a los beneficios para los inversores.
Hemos hablado de lo que está ocurriendo en el sector sanitario, en el tecnológico, en el ámbito de la inteligencia artificial y en el crecimiento económico en general. Incluso si el crecimiento económico fuera débil, están pasando muchas cosas buenas en el mercado de renta variable, por lo que mis perspectivas a largo plazo siguen siendo optimistas. Me mantengo en el 7%.