En el caso de la terapia celular, las células se modifican fuera del cuerpo y después se inoculan en los pacientes. Una de ellas es la conocida como CAR-T, que ha sido aprobada para tratar ciertos tipos de cáncer en la sangre. CAR-T son las siglas en inglés para «receptor de antígeno quimérico», y la T se refiere a un tipo de célula inmune modificada para encontrar y destruir células cancerosas.
Los tratamientos actuales que aplican esta terapia utilizan las propias células de los pacientes, y se ven limitados por el largo y complejo proceso que suponen para los pacientes, por los problemas de fabricación y por los elevados costes. «Los tratamientos irán siendo más accesibles y seguros a medida que los científicos vayan desarrollando nuevas técnicas derivadas de células de donantes sin relación de parentesco», afirma Christopher Lee, analista del sector biofarmacéutico y biotecnológico. «Además, creo que las compañías irán más allá y comenzarán a incorporar células T en otros tipos de células en los próximos años».
Otro campo de la ingeniería celular se centra en la modificación de células madre para sustituir células ausentes o defectuosas. Por ejemplo, Vertex trabaja para curar la diabetes tipo 1 trasplantando células productoras de insulina en el páncreas, un programa que ya está en fase de ensayo clínico en humanos.
Otra innovación prometedora es el conocido como ARN de interferencia (ARNi). Esta tecnología permite a las compañías crear terapias muy específicas para desactivar la producción de las proteínas que provocan las enfermedades. La biotecnológica Alnylam está ya desarrollando ciertos programas en ámbitos como la insuficiencia cardiaca, la hipertensión y el alzhéimer.
«La idea de que no estamos modificando de manera irreversible el ADN resulta muy atractiva, pero, como suele ocurrir en el ámbito de la innovación sanitaria, la seguridad es esencial», afirma Judith Finegold, analista de renta variable especializada en las compañías biofarmacéuticas estadounidenses.
Los perfiles de riesgo son diferentes entre las distintas poblaciones de pacientes. «Hay algunos programas de edición génica irreversible del hígado para tratar el colesterol alto, y esa podría ser la respuesta en unos quince años. Pero tenemos que entender muy bien los perfiles de seguridad de los medicamentos, porque el colesterol alto no es una sentencia de muerte», añade.